sábado, 14 de noviembre de 2009

TRABAJOS DE LAS PASANTES

La mancha que se juega en la escuela

Un niño es traído a consulta por otro que dice que le molesta algo de ese niño, así es que llega L a la Fundación donde realizamos las prácticas. Llega derivado de la escuela de recuperación por problemas de conducta. La familia, la sociedad y las instituciones que la componen, esperan algo del niño... eso que esperan es lo que se establece como lo “normal”: que sea un buen niño, que estudie, que se porte bien, que sea sano, entre otras cosas. ¿Qué pasa entonces cuando el chico no cumple con esas expectativas? ¿Cuándo su comportamiento o el aprendizaje no “encajan” con lo normal, con lo esperable? Se podría decir que el niño en cuestión pasa a ser etiquetado, se lo encasilla en diferentes diagnósticos, en este caso “problemas de conducta” y a partir de ahí se comienzan a tomar medidas para hacer algo con este “niño problema”, medidas que muchas veces apuntan a intentar moldear la conducta del niño en lugar de buscar las causas de su “mal comportamiento”.
La mamá de L manifiesta que es un niño desobediente, que no le cree a nadie y pelea todo el día, dice: “no me hace caso, está todo el día peleando, no sé más que hacer, no para ni un minuto, desde que va a esa escuela está peor”.
La pareja de la madre dice que la casa donde viven es un lío, un desorden, son muchos viviendo allí y L está todo el día peleando, por lo que no puede llevar compañeros de la escuela, pero tampoco lo dejan ir a la casa de ellos porque “son una mala influencia para él”. Además de esto no lo dejan ver a su padre biológico porque es un “drogadicto”, ni a su familia paterna. Así van impidiéndole a L hacer lazo social, en el colegio y hasta con su padre.
En “Sobre las teorías sexuales infantiles” Freud plantea que la primera pregunta que el niño se hace es por el origen y enuncia: “el niño (…) demandará una respuesta a sus padres (…) que para él significan la fuente del saber. Pero ese camino fracasa. Recibe una respuesta evasiva, o una reprimenda por su apetito de saber, o lo despachan con alguna información de cuño mitológico (…) a partir de este primer engaño y rechazo alimentan desconfianza hacia los adultos” Silvina Gamsie dice en su libro sobre la interconsulta: “el descubrimiento temprano del engaño puede provocar, como efecto no buscado, el más absoluto descreimiento en la palabra de los adultos y en su autoridad. Múltiples consultas son prueba de ello: los niños insoportables, los desafiantes en la escuela, los que no pueden aprender ya que no hay nada interesante que esas “tontas” maestras -a las que llegan a agredir físicamente- puedan enseñarles. La pérdida de la escena infantil genera otra donde los niños se agigantan, ante el empequeñecimiento de los grandes. Es dramático que la escuela responda especularmente excluyendo a esos niños, dificultando aún más su posibilidad de reubicarse en una escena de pares y de recuperar la inquietud de aprender”
Por su parte, L se presenta tímido, se sienta y se encorva apoyando su cara sobre sus brazos. Manifiesta su enojo y no quiere hacer nada, no sabe por qué vino, simplemente dice: “quiero ir a la escuela a cagarme a trompadas con mis compañeros, y por venir acá no voy a poder ir hoy a la escuela”.
En la Fundación utilizamos test proyectivos como recursos psicológicos para evaluar si hay algún trastorno neurológico que le impida al niño aprender, y de no ser así, que es lo que ocurre frecuentemente, desplegamos entonces un diagnóstico psicoanalítico para buscar las causas que llevan a un niño, en este caso, a ser derivado de una escuela común a una escuela de recuperación y de esta a un centro de asistencia psicológica. En el caso de L utilizamos el test de la Familia y el test de Pata Negra, en este último se le presentan al niño una serie de imágenes, deberá elegir algunas de ellas y redactar una historia con las mismas; con la última imagen deberá pedir tres deseos. Cuando se le pide el dibujo de su familia escribe en la hoja todos los nombres de los primos y los tíos que viven en su casa sin escribir ni el de su madre, ni el de su hermana (hija de otro papá) ni el de su padre y dice: “lo único que dibujaría es tirarme debajo de un tren”. En la sesión siguiente busca un arma entre los juguetes, al no encontrar la terapeuta propone hacer una con plastilina, L manifiesta que le gusta mucho jugar con la masa y modela un avión. La terapeuta se pregunta si amasando quiere darle forma a su escape, el que también manifestó con respecto al chanchito “Pata Negra” (“se están llevando al chanchito a un lugar donde los matan”). Sin embargo quiere más de tres deseos y pide tener dos más: “que no lo maten” y “que se le salga la mancha”.
En las siguientes sesiones L manifiesta que le gustaría que lo dejen jugar con sus amigos de la escuela, así lo expresa: “mi mamá no quiere que yo vaya a esa escuela, pero a mi me gusta, tengo a mis amigos, y son más amigos que los de la otra (la escuela común), a mi no me importa que se porten mal porque son mis amigos... y por suerte tengo la play porque mi mamá no juega conmigo ni con mi hermana, siempre pone alguna excusa y me deja todo el día jugando a la play o con el perro solo”.
Además dice que no le gusta ir con el papá de su hermana porque lo maltrata y que le gustaría ver a su papá, y a la familia del padre, cuenta que se lo pidió a la madre y que ella le prometió que lo buscaría, sin embargo sólo quedó en ese nivel, el de la promesa, ya que L continúa sin ver a su padre.
García Reinoso , médico psicoanalista, plantea que en el síntoma de un niño está siempre incluida “la palabra” del padre o la madre, palabra que, clausurada para ellos, “se escucha” ya no como palabra sino como síntoma en el niño; por lo tanto en los síntomas de los hijos se encuentran las palabras clausuradas del discurso familiar, de los padres. Es esa “verdad clausurada” la que hace causa en L.
Lacan en Variantes de la cura-tipo plantea que “(...) la palabra determina, desde antes de su nacimiento, no sólo el estatuto del sujeto, sino la llegada al mundo de su ser biológico” Allí mismo sitúa lo que llama la cadena de palabras, la cual está constituida de un “faltar a la verdad de la palabra”: no todo puede decirse, hay falta en el Otro. Alba Flesler retomando los dichos de Lacan enuncia que los padres no pueden decirlo todo porque nadie puede decir todo de lo real, lo real excede lo simbólico...
Proponemos, siguiendo a Carolina Alcuaz que “el Psicoanálisis, como nuevo lazo social inventado por Freud, permite un tratamiento del real en juego en el síntoma” Así, la oferta de la palabra, la entrada en el discurso, lo ayudaría a L “a que se le salga la mancha”, el tratamiento operaría como un “quitamanchas” pero intentando dejar una marca inolvidable para el sujeto.

Lic. Mayra Dente

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